Noticias Región del Maule: La pandemia terminará cuando adquiramos inmunidad que no será natural. Detener su transmisión colectiva implica esperar uno o dos años por la vacunación. Antes de eso, tenemos que movernos entre esfuerzos por disminuir la transmisión viral, lograr alta cobertura de diagnósticos y vigilancia epidemiológica, capacidad de albergue para infectados, precisa identificación de los contactos, mayor competencia de hospitales, municipios, establecimientos educacionales, modificaciones tecnologías y de entornos virtuales, readecuación en áreas misionales de empresas y modelos productivos, entre muchas más cuestiones.
En tal contexto, quizá esta experiencia pueda llevar las conciencias individuales y colectivas al rebasamiento de reproducir necesidades falsas y/o superfluas, que más bien son prescindibles deseos de placer. En su texto “Viaje al centro del hombre”, Carlos Llano Cifuentes (2016) alude a aquello como un insaciable apetito de cosas materiales, fundado en la creencia de que nunca se tiene lo suficiente. Es lo que Plantón llamó pleonexia.
Hoy, es el momento para revisar el esclavismo del consumo, romper con esa falta de juicio que impide comprender la diferencia entre bienestar y felicidad, que la realización humana no está en el éxito, como también que es responsabilidad de todos fortalecer y proteger los niveles, estilos, géneros y calidad de vida de personas, familias, territorios y la sociedad en su conjunto. Eso, no es sólo cuestión de buscar a esta emergencia sanitaria, ni involucra exclusivamente a los grupos de riesgo.
Estoy proponiendo recobrar la prudencia crítica, el acto político del ejercicio de interrogarnos, para desmantelar la kafkiana maquinaria de la sociedad contemporánea, su carácter trágicamente absurdo, a partir de los efectos positivos que han traído las cuarentenas. Preguntémonos una y otra vez ¿qué pasará cuando todo esto acabe?, pues pese a que aún no tengamos respuestas, si sabemos que somos totalmente frágiles, no poseemos control absoluto, el temor llama a nuestra falta de discernimiento, la insensatez gobierna las acciones.
Es imprescindible alcanzar la suficiente lucidez para enfrentar las dificultades estructurales que hasta ahora nos llevaron a llenarnos de equivocaciones, en un mundo que nosotros mismos contribuimos a hacer multitarea, agitado y asfixiante. Dijo Aristóteles, estar bien se consigue con el ejercicio de la virtud y el valor de la libertad, coherencia y confraternidad, que Pascal concibió como bienes espirituales, los únicos capaces de mitigar el “ansia infinitamente infinita” incrustada en el ser de hombres y mujeres.
Saquemos a la luz lo que habíamos oscurecido. Me refiero a vínculos no sólo interpersonales, también con la cultura y el entorno natural, para mantener el arte y recreación en el hogar, la claridad del cielo y limpieza de las aguas, la proximidad con la fauna que sale de sus escondites, según lo muestran noticieros o programas como National Geographic, tras la paralización de las actividades cotidianas y de sectores industriales, la restricción vehicular y del transporte público, por dar unos ejemplos.
Si bien el presente siempre será efímero, es el futuro lo que nos debe estimular a mejorar continuamente. De hecho, en materia de tecnologías y comercialización se ha suscitado el e-commerce, como estrategia de negocios para apaciguar los efectos económicos negativos de la pandemia, asociada a las fortaleces del internet y diferentes softwares, descubriendo que hay algo más allá de Amazon. Tal vez, estamos en la cuarta revolución industrial que reinventa la relación trabajo, familia y hogar, llevándonos a meditar sobre nuestros proyectos, objetivos y rutinas, reorganizar prioridades y/o terminar temas pendientes.
Eso, además, modifica las imágenes respecto al prójimo, como se ha expresado en las múltiples formas de apoyo, cooperación y generosidad social en todo el mundo. Se han erigido verdaderos frentes de unidad, fracturando las territorializaciones y las separaciones, legitimando las iniciativas mancomunadas, así como dejando paso a la imaginación y creatividad para compartir pasatiempos, consejos, materiales, recetas, remedios caseros, etc.
Por lo mismo, aquí rescato lo que leí en algún posteo, “en los momentos más difíciles los inteligentes buscan posibilidades y los inútiles buscan culpables”, nada más ilustrativo.
En tal contexto, quizá esta experiencia pueda llevar las conciencias individuales y colectivas al rebasamiento de reproducir necesidades falsas y/o superfluas, que más bien son prescindibles deseos de placer. En su texto “Viaje al centro del hombre”, Carlos Llano Cifuentes (2016) alude a aquello como un insaciable apetito de cosas materiales, fundado en la creencia de que nunca se tiene lo suficiente. Es lo que Plantón llamó pleonexia.
Hoy, es el momento para revisar el esclavismo del consumo, romper con esa falta de juicio que impide comprender la diferencia entre bienestar y felicidad, que la realización humana no está en el éxito, como también que es responsabilidad de todos fortalecer y proteger los niveles, estilos, géneros y calidad de vida de personas, familias, territorios y la sociedad en su conjunto. Eso, no es sólo cuestión de buscar a esta emergencia sanitaria, ni involucra exclusivamente a los grupos de riesgo.
Estoy proponiendo recobrar la prudencia crítica, el acto político del ejercicio de interrogarnos, para desmantelar la kafkiana maquinaria de la sociedad contemporánea, su carácter trágicamente absurdo, a partir de los efectos positivos que han traído las cuarentenas. Preguntémonos una y otra vez ¿qué pasará cuando todo esto acabe?, pues pese a que aún no tengamos respuestas, si sabemos que somos totalmente frágiles, no poseemos control absoluto, el temor llama a nuestra falta de discernimiento, la insensatez gobierna las acciones.
Es imprescindible alcanzar la suficiente lucidez para enfrentar las dificultades estructurales que hasta ahora nos llevaron a llenarnos de equivocaciones, en un mundo que nosotros mismos contribuimos a hacer multitarea, agitado y asfixiante. Dijo Aristóteles, estar bien se consigue con el ejercicio de la virtud y el valor de la libertad, coherencia y confraternidad, que Pascal concibió como bienes espirituales, los únicos capaces de mitigar el “ansia infinitamente infinita” incrustada en el ser de hombres y mujeres.
Saquemos a la luz lo que habíamos oscurecido. Me refiero a vínculos no sólo interpersonales, también con la cultura y el entorno natural, para mantener el arte y recreación en el hogar, la claridad del cielo y limpieza de las aguas, la proximidad con la fauna que sale de sus escondites, según lo muestran noticieros o programas como National Geographic, tras la paralización de las actividades cotidianas y de sectores industriales, la restricción vehicular y del transporte público, por dar unos ejemplos.
Si bien el presente siempre será efímero, es el futuro lo que nos debe estimular a mejorar continuamente. De hecho, en materia de tecnologías y comercialización se ha suscitado el e-commerce, como estrategia de negocios para apaciguar los efectos económicos negativos de la pandemia, asociada a las fortaleces del internet y diferentes softwares, descubriendo que hay algo más allá de Amazon. Tal vez, estamos en la cuarta revolución industrial que reinventa la relación trabajo, familia y hogar, llevándonos a meditar sobre nuestros proyectos, objetivos y rutinas, reorganizar prioridades y/o terminar temas pendientes.
Eso, además, modifica las imágenes respecto al prójimo, como se ha expresado en las múltiples formas de apoyo, cooperación y generosidad social en todo el mundo. Se han erigido verdaderos frentes de unidad, fracturando las territorializaciones y las separaciones, legitimando las iniciativas mancomunadas, así como dejando paso a la imaginación y creatividad para compartir pasatiempos, consejos, materiales, recetas, remedios caseros, etc.
Por lo mismo, aquí rescato lo que leí en algún posteo, “en los momentos más difíciles los inteligentes buscan posibilidades y los inútiles buscan culpables”, nada más ilustrativo.
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