Mg. Ana María Alarcón Retamal
Mg. María Isabel Benavides Roca
Desde la aparición del COVID-19 se han tomado decisiones en todos los niveles, colocando a cada uno de los actores, conscientes o inconscientemente, en un problema ético.
Como se sabe, la ética es una disciplina filosófica que se encarga de estudiar la moral, o como plantean los filósofos Platón y Aristóteles, las conductas humanas, las cuales son llevadas a cabo desde la libertad y la conciencia que cada individuo posee para diferenciar lo bueno de lo malo.
Esta virtud llamada ética, involucra responsabilidad, honestidad, compromiso, ser buenos ciudadanos y evitar afectar de manera negativa a quienes están a nuestro alrededor con acciones nocivas, en especial, si se trata de obtener un beneficio en particular. Por ejemplo, en este caso explicarle a los niños que el no asistir al colegio o a jugar en parques con amigos, conlleva un acto de amor al otro, pues permite evitar contagiarse y propagar esta enfermedad a los demás, o escuchar el llamado de las autoridades y mantenerse en casa, realizar la cuarentena aun “sintiéndose bien”, ser solidarios a la hora de abastecerse u ocuparse de las necesidades que una persona mayor no puede realizar en las condiciones actuales.
El estar frente a una pandemia requiere de un actuar ético, demanda un esfuerzo personal importante, producir cambios en las rutinas de la vida diaria, reflexionar y fortalecer la responsabilidad social, es decir, reconocer que las personas actuamos de manera libre, pero conscientes de que nuestros actos generan una serie de consecuencias, buenas o malas, según los juicios de valor que le otorgue la moral.
La crisis sanitaria provocada por el COVID-19, marcará un antes y un después en nuestra sociedad, quedará en la historia aquellos tiempos en que la humanidad se miró como extraños y sospechosos en las calles, el estigma de quien fue positivo, de quien perdió un familiar por Coronavirus y de cómo el mundo se paró paulatinamente.
Como profesionales de la salud, en la memoria quedarán los tiempos en que se vivió al límite la profesión, donde decidir el estar en medio del riesgo era mayor al miedo de contagiarse, donde el trabajo entre equipos se fortaleció y se aprendió a valorar al otro y donde la ética instó a decidir quién podía tener la opción de curarse y vivir y quién no, algo para lo que la ética de beneficencia clásica y el afán de curar no están preparadas. Ojalá el mundo aprenda de esta experiencia, pues los desafíos son los que hacen la vida interesante y superarlos es lo que hace que sea significativa.
Docentes Carrera de Enfermería
Universidad Autónoma de Chile Sede Talca
Mg. María Isabel Benavides Roca
Desde la aparición del COVID-19 se han tomado decisiones en todos los niveles, colocando a cada uno de los actores, conscientes o inconscientemente, en un problema ético.
Como se sabe, la ética es una disciplina filosófica que se encarga de estudiar la moral, o como plantean los filósofos Platón y Aristóteles, las conductas humanas, las cuales son llevadas a cabo desde la libertad y la conciencia que cada individuo posee para diferenciar lo bueno de lo malo.
Esta virtud llamada ética, involucra responsabilidad, honestidad, compromiso, ser buenos ciudadanos y evitar afectar de manera negativa a quienes están a nuestro alrededor con acciones nocivas, en especial, si se trata de obtener un beneficio en particular. Por ejemplo, en este caso explicarle a los niños que el no asistir al colegio o a jugar en parques con amigos, conlleva un acto de amor al otro, pues permite evitar contagiarse y propagar esta enfermedad a los demás, o escuchar el llamado de las autoridades y mantenerse en casa, realizar la cuarentena aun “sintiéndose bien”, ser solidarios a la hora de abastecerse u ocuparse de las necesidades que una persona mayor no puede realizar en las condiciones actuales.
El estar frente a una pandemia requiere de un actuar ético, demanda un esfuerzo personal importante, producir cambios en las rutinas de la vida diaria, reflexionar y fortalecer la responsabilidad social, es decir, reconocer que las personas actuamos de manera libre, pero conscientes de que nuestros actos generan una serie de consecuencias, buenas o malas, según los juicios de valor que le otorgue la moral.
La crisis sanitaria provocada por el COVID-19, marcará un antes y un después en nuestra sociedad, quedará en la historia aquellos tiempos en que la humanidad se miró como extraños y sospechosos en las calles, el estigma de quien fue positivo, de quien perdió un familiar por Coronavirus y de cómo el mundo se paró paulatinamente.
Como profesionales de la salud, en la memoria quedarán los tiempos en que se vivió al límite la profesión, donde decidir el estar en medio del riesgo era mayor al miedo de contagiarse, donde el trabajo entre equipos se fortaleció y se aprendió a valorar al otro y donde la ética instó a decidir quién podía tener la opción de curarse y vivir y quién no, algo para lo que la ética de beneficencia clásica y el afán de curar no están preparadas. Ojalá el mundo aprenda de esta experiencia, pues los desafíos son los que hacen la vida interesante y superarlos es lo que hace que sea significativa.
Docentes Carrera de Enfermería
Universidad Autónoma de Chile Sede Talca
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