Columna de Opinión: “De tumbas y neoliberalismo”



Javier Agüero Águila, académico del Departamento de Filosofía y Director del Centro de Investigación en Religión y Sociedad (CIRS) de la Universidad Católica del Maule.


He visto, con optimismo y también con algo de sobrexcitación, escrito en paredes, muros, paraderos de micro, redes sociales, en fin, la siguiente frase: “Chile será la tumba del neoliberalismo”.

Esta es la primera cuestión. Hablar de la tumba de algo es hablar de un algo que dejó de respirar y que tiene, desde ahora y en adelante, una condición biodegrada que yace bajo tierra sin, esperamos, posibilidad de resurrección. Pero, al mismo tiempo, hablar de tumba es hablar de un espacio delimitado espacialmente que alberga y acoge al muerto, que lo re-tiene hasta que éste mismo se transforme en cenizas la que, en rigor, sigue siendo algo. Las interrogantes que surgen entonces son: ¿es Chile la tumba o el ecosistema sepulcral que podrá albergar el cadáver del neoliberalismo? ¿qué significa que como país tengamos la responsabilidad de ser los sepultureros de un sistema que se impuso y permeó a la sociedad chilena hasta la médula, transformándonos en los centinelas y paladines de su resguardo?

Ahora bien, antes pretender ser tumba, Chile fue cuna. Independiente del origen bastardo de un sistema impuesto a metrallazos, no debemos olvidar que, como sea, este país fue el vientre que vio nacer la primera criatura neoliberal del planeta. Si bien el neoliberalismo en su variante académica sostenía que un sistema de desregulación total de los mercados solo podía funcionar en un régimen democrático, Chile le mostró al mundo que con una dictadura lo “suficientemente” salvaje y que contará con economistas bien formados y sumisos al poder militar, el neoliberalismo podía instalarse sin complicaciones de ningún tipo. ¿Se puede ser cuna y tumba al mismo tiempo? ¿se puede ser padre o madre y tener la capacidad de asesinar a lo que engendraste?

Es probable que el modelo neoliberal haya tenido, al momento de su implementación en Chile, un enorme apoyo social. Poco se sabe de esto o al menos yo lo desconozco. Frente al pánico a las colas, al desabastecimiento, a la nula capacidad de consumo de los sectores bajos y medios y de cara a todo el imaginario que fue orquestado por la derecha chilena –Democracia Cristiana cuadrada con el complot–  en complicidad orgánica con el gobierno de Nixon, sin duda que una gran parte de la población pedía un modelo que permitiera el acceso al mercado sin saber, no obstante, que el neoliberalismo llegaba para quedarse y para producir un individuo atomizado, embriagado con “sus cosas”, con su mérito y su propiedad privada.

¿Seremos la tumba del neoliberalismo? Pienso que podemos restarle potencia, sin embargo, un sistema de tal nivel de anquilosamiento y sedimentación en una sociedad no muere por eutanasia. Deberemos con-vivir, si todo resulta como se espera, durante mucho tiempo junto su a espectro –“lo que queda del muerto” (J. Derrida)– que nos acechará en nuestra cotidianeidad, en nuestras relaciones sociales y a través de nuestras instituciones. La muerte de un modelo no es la muerte de una planta, su herencia repercute y deberán pasar muchos años para saber que el cadáver ahora es ceniza, y que el recuerdo del libre mercado no es más que polvo en las estanterías de la historia. 

En esta línea, es que una Constitución es mucho más que una simple carta fundamental que organiza los deberes y los derechos de una sociedad. Al mismo tiempo produce un proceso de individuación (generación de un tipo de sujeto y no otro) que acaba por instalar una forma de racionalidad específica la que, a su vez, tiene que ver con la manera en que el poder se distribuye y con el vínculo social potencial que deriva. Una nueva Constitución, soberana, popular, asambleísta (que partió con un acuerdo político hecho de espalda a la ciudadanía concebido, más bien, para que “la calle se calle”) es el punto de partida para enfermar al modelo, para poder ir amputándolo progresivamente, pero no caigamos en la ilusión populista de que nos abandonará mañana por obra y gracia de las voluntades políticas.

El neoliberalismo seguirá entre nosotros de alguna u otra manera. Solo la ciudadanía y la movilización permanente pueden ser su Kryptonita.


“Las opiniones vertidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente el pensamiento de la Universidad Católica del Maule”.


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Post de: Manuel Villagra

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